martes, 30 de octubre de 2007

Revolución Francesa

El sol ya había subido por completo sobre el horizonte, y empezó el movimiento en la aldea. Se abrieron las ventanas, se desatrancaron las desvencijadas puertas y salió a la calle la gente, tiritando…, porque el aire suave de la mañana les producía aún frío. Y dio comienzo entre la población de la aldea la tarea diaria que muy rara vez se aligera. Unos a la fuente, otros a los campos; hombres y mujeres por aquí, para cavar y labrar; hombres y mujeres por allí, para cuidar del ganado miserable y para sacar las esqueléticas vacas a pastar en las cunetas de los caminos. Una o dos personas arrodilladas en la iglesia o al pie de la cruz; al lado de estas últimas, la vaca pastando entre los hierbajos que crecen al pie.

(…)
Era imposible detenerse; no cabía la compasión, ni la paz, ni los intervalos de descanso, ni la medida del tiempo. Los días y las noches se sucedían como cuando el tiempo era aún niño y la primera mañana y tarde compusieron el día; no había otras medidas del tiempo. Lo mismo que el individuo pierde la noción del tiempo bajo la influencia de una fuerte fiebre, la había perdido también la nación en aquel trance de fiebre enloquecedora. El verdugo, rompiendo el anormal silencio de una ciudad entera, mostró al pueblo la cabeza del rey, y luego, casi a renglón seguido, la de su bella consorte, de cabellos rubios, que habían tenido tiempo de volverse grises en ocho largos meses de viudedad encarcelada y doliente.

Charles Dickens, Historia de Dos Ciudades.

lunes, 29 de octubre de 2007

El miedo

CAPÍTULO 56
Quisiera decir unas palabras acerca del miedo. Es el único y auténtico adversario de la vida. Sólo el miedo puede vencer a la vida. Es un contendiente traicionero y perspicaz, y bien que lo sé. Carece de decoro, no respeta ninguna ley, ningún principio. Te ataca al punto más débil, que siempre reconoce con una facilidad infalible. Empieza con la mente, siempre. Estás tranquilo, sereno y feliz y al poco rato el miedo, ataviado con la vestimenta de duda afable, se te cuela en la mente como un espía. La duda se encara con la incredulidad y la incredulidad trata de expulsarla. Sin embargo, la incredulidad es un mero soldado de infantería desprovisto de armas. La duda la elimina en un santiamén. Te inquietas. La razón viene a luchar por ti. Te tranquilizas. La razón está bien equipada con armas de última tecnología. No obstante, de forma asombrosa, a pesar de contar con unas tácticas superiores y un número de victorias aplastantes, la razón se queda fuera de combate. Te sientes debilitar, flaquear. La inquietud se torna terror.
El miedo entonces acomete contra el cuerpo, que ya se ha dado cuenta de que algo va horriblemente mal. Los pulmones ya han salido volando como un pájaro y las tripas se te han escurrido como una serpiente. Ahora la lengua se te cae muerta como una zarigüeya y la mandíbula empieza a galopar sin poder parar. Ensordeces. Los músculos te tiritan como si padecieras de malaria y las rodillas te tiemblan como si estuvieras bailando. El corazón se pone demasiado tenso y el esfínter demasiado relajado. Y lo mismo ocurre con el resto del cuerpo. Cada parte de ti, de la forma que más le convenga a ella, se te desmonta. Lo único que sigue funcionando bien son los ojos. Ellos sí que le prestan la atención debida al miedo.
Te ves tomando decisiones precipitadas de forma atropellada. Despides a tus últimos aliados: la esperanza y la fe. Y ya está, tú mismo te has derrotado. El miedo, que no es más que una impresión, ha triunfado sobre ti.
Es una cuestión difícil de plasmar con palabras. Pues el miedo, el miedo de verdad, el que te sacude hasta los cimientos, el que sientes cuando te encuentras cara a cara con la muerte, te corroe la memoria como la gangrena: intentará cariarlo todo, hasta las palabras que pronunciarías para hablar de él. Tienes que luchar a brazo partido para alumbrarlo con la luz de las palabras. Porque si no te enfrentas a él, si tu miedo se vuelve una oscuridad muda que evitas, quizás hasta olvides, te expones a nuevos ataques de miedo porque nunca trataste de combatir el adversario que te venció
.
Yann Martel, Vida de Pi

viernes, 26 de octubre de 2007

¿La Eminencia? Ineludible

Comenzado y roto el hielo, llegan Los Grandes de la Historia. Ellos pondrán algo de orden en nuestras pequeñas (o grandes) cabezas. Nos llenarán de ideas y satisfacción, disfrutaremos de su escritura, su arte, su desasosiego, a veces, sosiego; a veces.

Pablo Neruda, Soneto II.

Amor, cuántos caminos hasta llegar a un beso,
qué soledad errante hasta tu compañía.
Siguen los trenes solos rodando con la lluvia.
En Taltal no amanece aún la primavera.
Pero tú y yo, amor mío, estamos juntos,
juntos desde la ropa a las raíces,
juntos de otoño, de agua, de caderas,
hasta ser sólo tú, sólo yo juntos.
Pensar que costó tantas piedras que lleva el río,
la desembocadura del agua de Boroa,
pensar que separados por trenes y naciones
Tú y yo teníamos que simplemente amarnos,
con todos confundidos, con hombres y mujeres,
con la tierra que implanta y educa los claveles.
Pablo Neruda, 1959.
10
Esclava mía, témeme. Ámame. ¡Esclava mía!
Soy contigo el ocaso más vasto de mi cielo,
y en él despunta mi alma como una estrella fría.
Cuando de ti se alejan vuelven a mí mis pasos.
Mi propio latigazo cae sobre mi vida.
Eres lo que está dentro de mí y está lejano.
Huyendo como un coro de nieblas perseguidas.
Junto a mí, pero ¿dónde? Lejos, lo que está lejos.
Y lo que estando lejos bajo mis pies camina.
El eco de la voz más allá del silencio.
Y lo que en mi alma crece como el musgo en las ruinas.
Pablo Neruda, 1959.

Se abre la veda

Empecemos. Esto está escrito. Sin pensar, ni releer, ni modificar. Escrito. Con el corazón y las manos. La mente de espectadora. Quizá podría añadir o quitar fragmentos y hacerlos más... profesional, (¿?) bueno (¿?). Desdeñable. Ésta es la esencia del blog.
La escritura, su magia y belleza, su imperfección.
I. Razones:
¿Por qué callas?
¿Por qué oyes?
¿Por qué miras?
¿Por qué hablas?
¿Por qué?

Porque tu mirada me llama, me atrapa, me besa.
Porque tu voz me mece, me ahoga, me quiere.
Porque mis ojos se esconden, huyen, caen.
Porque quiero ver cómo nos miramos, tristes, a veces, diciendo algo que si quiera llegamos a oír.
Porque mi amor se desborda, inunda; cala mi alma, besa mis labios, acaricia mi piel.


¿Por qué sigues?
¿Por qué quieres?
¿Por qué yo?
¿Por qué así?
¿Por qué lo dejas?
¿Por qué?

Porque querer es poder, y mi fuerza absoluta.
Porque tú me prendes, me asfixias, me amas.
Porque mi ser te sigue indefenso, leal.
Porque tu ser se aleja mintiendo, llorando.
¿Por qué tú?
II. Siempre:
Cuando tu sonrisa me mira, te quiero.
Cuando tus ojos me buscan, te quiero.
Cuando tu alma me llama, te quiero.
Cuando tus labios se acercan, te quiero.
Cuando tus labios me rozan, te quiero.
Cuando tus labios me funden, te amo.

III. Soñé:
Aquel día decidí hacerlo.
Contaba con apoyo divino. ¿O no?
Creía en mí. ¿O no?
Creía en ti. ¿O no?
Me arriesgué. ¿O no?
Sonreí.
Me dolió. ¿O no?
Soñé.
Te amé.

IV. Dulce amargura:
¿Qué hiciste?
¿Qué tienes?
¿Qué pasa?
¿Qué?

Guardarme al amparo de tu belleza.
¿Qué tengo?
Retengo mis impulsos con dolor de mi corazón, miro tu rostro con dolor en mis ojos, sonrío a tu vez con dolor en mis labios, busco tu cuerpo con dolor en mi mente, te amo a ti con dolor de mi alma.No puedo más. Deseo tenerme conmigo, sentirte mía, sentirme tuyo; llorar contigo, reír conmigo, deseo. Y vuelvo a desear que deseaba lo mismo aún más. Y más. Y más.

Bienvenid@:

¡Bienvenid@s!

En este blog (recién nacido y primerizo), me gustaría tocar, o rozar más bien, esa amante llamada literatura. Uno de tantos amores que tengo. Intentemos conocernos, saber qué pensé en aquel texto o qué quería transmitir con aquél, escribir y saber qué piensa este "minimundo" que quizá logremos crear. Sólo quiero escribir, que escribamos. Lo que sintamos, pensemos o queramos. Sin más.
Un blog nacido y creado por y para la escritura, ése gran olvido.